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Andry Hernández es ciudadana venezolana y vive hace seis años en Perú. Actualmente, trabaja como facilitadora en la Fondazione L’Albero della Vita Onlus en proyectos sobre empoderamiento adolescente.

Lo que más extraña Andry Hernández de Venezuela son las playas. Aquellas a donde solía ir junto a su familia o sola para disfrutar del cálido mar caribeño. A través de sus recuerdos se teletransporta a ese lugar de ensueño de agua cristalina, arena dorada e impresionante vista, pero sobre todo abraza el recuerdo de estar con todos sus seres queridos. Aunque su natal Caracas está a miles de kilómetros de Lima, mantener su tradición y cultura la ayudan a acortar la distancia.

Andry radica en el Perú hace seis años. Es docente de profesión y trabaja como facilitadora de la Fondazione L’Albero della Vita Onlus en diversos proyectos que tienen como objetivo empoderar a adolescentes mujeres. Actualmente, vive con su madre y sus dos hijos. Un adolescente de 16 años y su hija menor de 14. Ambos eran unos niños cuando llegaron al territorio peruano y poco a poco han logrado adaptarse. Al igual que Andry, que si bien sentía nostalgia por dejar su país, también tenía mucho entusiasmo por encontrar nuevas oportunidades que le permitieran crecer en el ámbito personal y profesional.

«Tomé la decisión de salir de Venezuela debido a la crisis política y social que empezó a afectar nuestra estabilidad y el acceso a servicios esenciales. Trabajé diez años como funcionaria pública en el Ministerio de Educación y mi área de intervención eran las zonas geográficas de difícil acceso, donde se encontraba la población vulnerable. Lamentablemente, la situación se agravó y los salarios ya no alcanzaban para adquirir los servicios básicos. Es por eso, que decidí  emigrar. Tenía 32 años en ese entonces», señala la profesional.

NUEVO COMIENZO

Tras un viaje de seis días en bus, luego de recorrer Colombia y Ecuador, la docente llegó a nuestro país por Tumbes hasta que finalmente arribó a La Capital. Como ya había investigado sobre el clima, la comida, la geografía y la moneda, el impacto de estar en otro país fue menor. Incluso Andry se había informado cuáles eran las instituciones estatales a las que debía recurrir para regularizar su situación migratoria y validar sus documentos de estudio para poder ejercer su profesión libremente. En el tiempo que le tomó realizar esos trámites, no se cruzó de brazos. Al contrario, continúo trabajando. En sus primeras experiencias se desempeñó como azafata y repostera. Y gracias a su perseverancia y esfuerzo logró reunir el dinero suficiente para traer a sus hijos y su madre a Perú. 

Tener a su familia nuclear nuevamente junta, fue su principal motivación para reinventarse. Es así que por dos años tuvo un emprendimiento de postres, el cual se convirtió en la principal fuente de dinero en su hogar. «Mi negocio estaba funcionando muy bien. Tuve gran acogida por parte de las personas y a mí me gustaba trabajar en repostería. En el tiempo que funcionó logró darnos una estabilidad económica; sin embargo, por situaciones ajenas a mi voluntad tuve que dejarlo”, declara la facilitadora.

A pesar de que su emprendimiento tenía mucho éxito, Andry enfrentó algunas situaciones difíciles que le hicieron plantearse la posibilidad de buscar oportunidades laborales en su área profesional y es así como comienza a trabajar en el sector humanitario. Gracias a su capacidad de resiliencia pudo enfrentar problemas que solo la hicieron más fuerte. Nos cuenta la joven de 38 años, quien desde febrero de 2020 logró reinsertarse como trabajadora humanitaria en diversas organizaciones no gubernamentales.

A través de sus experiencias laborales ha logrado formar parte de programas y proyectos que contribuyen a mejorar las condiciones de vida y el desarrollo de poblaciones vulnerables tanto de su país como del nuestro.

EN CONSTANTE CAPACITACIÓN

Cuando Andry llegó al Perú solo se había desempeñado como docente en Venezuela. Aquí tuvo la oportunidad de seguir creciendo profesionalmente y capacitarse. Por eso, siente un gran agradecimiento con el país. 

«Yo no tenía experiencia  laboral en ONGs, En el camino he aprendido mucho y agradezco  a todas las organizaciones en las que he trabajado. En todo este tiempo me he colegiado. Cuento con una especialización en Abuso y Violencia Sexual y constantemente llevo cursos para seguir capacitándome. Actualmente, laboro en la Fondazione L’Albero della Vita Onlus y me llena de satisfacción poner al servicio de las adolescencias mis conocimientos y brindarles herramientas para el desarrollo de habilidades de autocuidado y autoprotección que contribuyan de manera significativa en la toma de decisiones informadas y el ejercicio de sus derechos”, resalta la profesional.

LA LEY Y EL ORDEN

Perú es el país que ha acogido a Andry y a su familia que es su principal motivación para salir adelante. Es consciente de que las oportunidades han aparecido en su nueva vida aquí gracias a su esfuerzo, dedicación, perseverancia «Antes de salir de Venezuela había investigado acerca del clima, la cultura y las leyes migratorias del país, esto ha sido fundamental para mi proceso migratorio”. La sugerencia que brinda a las personas que quieren emigrar es que siempre se mantengan tan informados como sea posible acerca de sus deberes y derechos en cualquier país donde decidan ir. El hecho de ser flexible al intercambio cultural beneficia mucho el proceso migratorio. «El Perú es hermoso, pero siempre se extraña la madre patria”, dice Andry conmovida.

SOBRE LA FADV

Desde su fundación en 1999 en Italia y desde su llegada al Perú en el 2009, El Árbol de la Vida ha implementado acciones eficaces orientadas para asegurar el bienestar, la protección y el desarrollo de los niños, niñas, adolescentes, sus familias y comunidades. Además ha venido trabajando para que se respeten sus derechos y se conviertan en agentes de cambio en la sociedad. Conoce más sobre nosotros en la página web.

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